martes, 11 de marzo de 2008

Demasiado peligro para sólo una vida,

demasiado pecado para tan sólo un alma.

illustration: Ilan Rubin

Al fin y al cabo, Narciso

Comprendo en ti la soledad sin tacha,sin fisuras, del cuerpo que está amando a otro cuerpo cuyas señas ignora, sin más conocimiento que el de la carne abierta, su resplandor de venascomo pequeños ríos, su belleza impaciente,su adelanto mortal de algún atlas secreto.
Qué solitariamente te entregas. no te inquietan preguntas, no te duele la memoria del ser que frente a ti se desenreda torpemente de otros pasados cuerpos.Ni te hieren los nombres que no oíste,sus sílabas de hielo rompiéndose en tus besos.
Como una isla, tu contorno esquivo,sin señas ni recuerdo, sin contactos, sin puentes,se perfecciona a solas. Y contemplo tus playas como un náufrago; toco la tierra de tu pecho exiliada de ti antes de habitarte.
La pura soledad
y el olvido que eliges
te hacen cerco

Porque tiene un tacto en la mirada


que recuerda las plumas de los pájaros