miércoles, 2 de abril de 2008

elsa l.


No pronuncio tu nombre

por miedo a ver la herida

y el golpe de la sangre.

No digo las palabras

que debiera decirte.

Te miro.

Te contemplo.

Te observo.

Ojeo las esquelas y el tiempo de las nubes.

Luego digo algo inútil,

mágico,

irreparable.

Digo cosas curiosas como decir:

qué tal, hace calor, te quiero,

anoche he deseado tu cuerpo nuevamente.

Pero nada se oye dentro de las paredes.

Tú me miras inquieto,

decidido,

cobarde.

(Mi corazón empieza a deslizarse

por la suave pendiente de tu pelo.)

No hay comentarios: