lunes, 31 de agosto de 2009

Estábamos tan solos,
tan cansados,
como perros perdidos en medio de la lluvia,
como hombres mirando la noche desde una casa vacía.
Vi las últimas luces de la costa y el cielo, extraño encima de la playa.

-A veces-dije- no hay más que eso
y algún sitio donde ir pero ningún sitio donde quedarte
y palabras que son las piezas del abismo
y recuerdos igual que disparos en una diana.

Luego llegó la luz,
el ruido azul
de la mañana,
mientras tú decías:

-Te di mi corazón y quisiste mis sueños,

te di mis sueños pero quisiste mi esperanza.

y yo dije:

-Sí, es eso. Eso es todo:una sola mujer y un millón de maneras de perderla.

Me miraste.

Dijiste: -¿Y después? Y yo dije:-Nada.

Después no hay nada.
Después de eso
tenemos que estar juntos para siempre.

Nos quedamos callados,
junto al agua,mientras la luz rompía el orden de la noche,
mientras el mar se estrellaba contra los nombres de las ciudades.
Mirando el sol sobre las torres blancas.
Cada uno observando su corazón moverse
lo mismo que un pez rojo en la oscuridad de un río.

La sombra de las torres se parecía a mi vida.

Cada uno protegido por su propio dolor, como ángeles mirando una tormenta desde el fondo del cielo.

benjamín prado